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martes, 20 de mayo de 2014

AVISO A LOS CIVILIZADOS Leopoldo María Panero

AVISO A LOS CIVILIZADOS 
Leopoldo María Panero

Por: Carla Badillo Coronado



Aviso a los civilizados es otro lúcido canto que Leopoldo María Panero (Madrid, 1948- Tenerife, 2014) eleva entre la locura y la palabra. Los once capítulos que lo componen son trozos de un espejo roto en el que nos reflejamos todos, y es a la vez un ‘manual’ de estudios y análisis de la concepción psiquiátrica como poder, bajo un enfoque que se debate entre la filosofía y la poesía.

“La psiquiatría –dice Panero- está ahí para evitar el viaje a los infiernos, no como debiera para guiarme a través de ellos”, refiriéndose a ella como un instrumento de opresión  para una minoría de individuos, considerados desviados por la única razón de creer en sus fantasmas, en sus ideas irracionales, en sus delirios.

Paradójicamente, acabé de leer este libro en uno de los patios del Psquiátrico San Lázaro, donde se expuso una serie de glosolalias (textos de lenguas inventadas) escritas por el francés Antonin Artaud, que resultaron ser un gran complemento para entender la tesis de Panero, en la cual la locura, lejos de carecer de sentido, tiene la función de dar sentido a lo que no tiene. Así como el arte, pues como lo advierte Ricardo Cristóbal en el prólogo: ¿Qué autor no cree en sus fantasías? ¿Qué persona no manifiesta algo distinto de lo que quería decir, expresando de forma distorsionada una parte de lo que bulle en su cabeza, o un deseo inconsciente?



En Aviso a los civilizados Panero evidencia el miedo colectivo a descubrir el mundo instintivo, que hace desplazar en “otro” individuo lo que en sí mismo perturba. Lo que la sociedad forcluye (Lacan) es la animalidad, nunca perdida, y que vuelve cíclicamente. El loco y el primitivo son lo mismo. Pero en las tribus no existen psiquiatras, que para el autor no son más que detectives, puesto que su interrogatorio utiliza las mismas técnicas que el policial (Foucault). El psiquiatra piensa, infaliblemente, que su víctima miente. Pero la verdad, como en la tragedia griega, es el fin de la obra. No hay una realidad única, hay una realidad polivalente. El principio de relatividad cultural.


Yo no sé qué pueda ser la locura, repite Panero –indirectamente- en estos ensayos poéticos. Tal vez una defensa para seguir soñando. O quizá el derecho a la fantasía. Pues la locura, como dice Blake, conduce a la sabiduría. En definitiva, este libro nos avisa -a civilizados y no- que lo más probable es que el ‘homo normalis’, como lo llamaba Wilhem Reich, sea el verdadero loco.