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domingo, 17 de agosto de 2014

LLUVIA, poema de griFOLL. 14





Ponía rojos los paisajes, mirarlos no era conjuntivitis, te hacía crecer en los bosques del iris pupilas para los cementerios del alma, dilatarlas y resucitar. Entonces las piernas bailaban, volvíamos a retomarla y el musgo acogía toda clase de luces, no se peinaba, nos mojaba de besos en llama, de suelos con alas, pestañas en gracia poblaban el firmamento de nubes con sábanas y sabanas, y era mirarlas, ver como se deslizaban y formaban sonidos que dejábamos se dibujaran por las ramas, hasta las nalgas, sin medir serpientes, deshojadas, deshojados, nosotros al fin sin sus puestos de repuesto para la nada, con todo en la piel, cebollas de caricias, besos de ajedrez sin reyes, yo peón de tu ombligo, tu: dama, madera de dama, madera de carne, carne de as de corazones, póquer de dados a todo,  campeones en llegar los primeros a cada deseo por fin permitido, fiesta de ombligos sin otro centro que entrarnos de lenguas por sabores tantos años ayunados, después de la rima encontrados libres de todos sus versos, cuidábamos nuestro poema, otra poesía no había. Y eso era ser, el virus de la vida cuando la vale resultó de amanecernos sin penas, no las valía, amanecimos de escarchas, sagrados, a vernos las caras, los dedos, las ganas, los orgasmos sin quebrantahuesos, volábamos sin gastar alas, a lo kiwi lanzado, de sólo en presente, por todos los aires. Era soplarse las verdades y los sexos nos traían el alimento. Éramos un acordeón, a veces estoy seguro de que éramos un acordeón o algo parecido a la música. Y esto sucedió una vez, la vez que se juntaron todas las veces en una de sola que fue celebrarla, lo juro por la luna que estaba, luna de siempre, para darle las gracias nos hicimos selenitas y llegamos a Venus sin irnos por Martes.
Y había peces, cada día era fiesta en el hotel del mar, peces de fresa sin disecar. Todos tenían un nombre y nos llamábamos por igual. Autobuses de coral, lagartijas con cafeína, tanto daba, todo era mágico, inocente, de verdad, funcionaba sin aceite, funcionaba por salivas. Porque los besos de verdad explotan y mojan, no son de aire ni van de helio, no son globos, los besos de verdad son besos de verdad: explotan.
Explotar era nuestro idioma, por eso se apartaban los ciegos, para no mancharse de ver.
¿Te acuerdas del gato que llevaba también un paisaje de tardes ardiendo en la cola gitana que nos encontró moviéndola? Ahora es un unicornio. Mi Unicornio amarillo lo llamo, «unicornioamarillo», y viene. Huele a ti porque está hecho de besos con volcán, de manchas brillantes que explotan, que cuelgan hilos irrompibles en el mundo de los unicornios, de cuerno a cuerno, cada cuerno es una espiga, por eso “amarillo”, de trigo, de pan, del pan que te cubre los huesos; huele a ti y viene.
También hay aún grietas para pasar al otro lado. En una ausencia de palabras aprendí a cruzarlas, no puedo ocultarte, desde el sueño que nos dimos me quedé sonámbulo, en posición vértigo, desnudo hasta los laureles, como los cipreses que no se adaptan a la tristeza porque desconocen a ciertas que la muerte no mata,  y se encrespan, por eso se encrespan, por eso su fruto es de grietas, bolitas de puertas, collares de puertas abiertas. Por eso se encrespan.
Y también tendrás que perdonarme por seguir deshojando estas hojas de piel de naranja, sin zumo de ti yo me enfermo, me seco, no sudo y acabo estancado hasta las orejas de estanques que saben a cloro sin fila ni filia ni gracia de nada ni nadan sin zumo de ti como una flecha sin arco, ¿qué hago?, ¿pongo la papelera?, ¿saco la tele a pasear?, ¿ me compro una cordura? Por muy cactus que sea, bebo algo para mantener mi existencia, como los escorpiones que tienen veneno y no lo pidieron y por eso los matan los que no saben más que de dosis, de medidas, los que saben de medias, que hasta las venden, y ponen tiendas y no han visto tus piernas, son como científicos encapsulados pretendiendo resolver poemas bajando la temperatura de las letras cuando escribo que te amo. Lo que quiero decir es que dormir contigo o con una ecuación me sabe más distinto que recorrer del blanco al negro todos los grises que se me pongan por delante. Lo que quiero decir es que te debo todo lo que de aprovechable tengo. No, eso es lo que puedo darte, deberte te debo los infinitos que ahora no sé dónde he puesto, pero me muevo, rasco por los sitios, tiro piedras a las nubes para que me den las estrellas y en invierno las enciendo.
Estoy en deuda contigo como lo estaba conmigo antes de saberte, te debo lo que sentí al sabernos.
Estoy en deuda contigo porque todo es diferente después de saber que existes, porque las cerezas son más rojas y los pies tienen más dedos y menos anclas, porque la realidad se ha caído al pozo de los sueños y cuando llueve se cumplen los deseos, porque desde que el mundo te tiene agarrada ( eso se cree) la sed necesita menos agua, la suerte menos fe, la fe menos dioses, los dioses menos hombres y los hombres menos dioses, como si se hubiera comprendido algo en algún sitio que desconozco, como si hubiera una verdad que nos pasara una nota con una sonrisa por debajo de la comisura de los destinos, porque las alegrías alegran por alegrías y no por obligaciones desde que me enseñaste a saber distinguir entre tú y todo lo demás con sólo verte, aún dormido y sin soñar, cansado de creer haber soñado todo lo soñable, abriste mi mirada para que entraran los paisajes , estos paisajes que nunca hubieran sido sin ti, te debo esto y aquello y lo que me queda y lo que no sé y hasta llegar a todo para llegar a todo a descifrar lo mejor, arrancarlo de cuajo y traerte a donde tú me llevaste.
Esta es mi historia: donde tú me llevaste…y yo: disco rayado, rayado, rayado…
Después ya no lo fue, porque lo pusieron todo de plástico, y los vasos de papel, y el mar de cartulina, y a mí no me salen las olas con tijeras ni con algodón las nubes. Y esta pega no encola, deja las paredes. Yo les hablo, pero hablar con las paredes es, y sólo como mucho, hablar con las paredes. Responden, claro que responden, pero son paredes. Encierran avisando, pero encierran. Y se contradicen hacia mí.
¿Te acuerdas del monstruito del escaparate verde que parecía que movía los ojos cuando oscurecía? Intento dibujarlo para ver cómo te ríes.


griFOLL