Envejecer, pero
envejecer de verdad, bien,
que duela el
cuerpo, pero que duela por haberse
gastado el
alma viviendo y no por genética o ley,
porque
envejecer es ir llenándose de vida,
porque envejecemos
desde que nacemos
y de cada instante
nos llevamos lo imperecedero,
porque
envejecer es no haberse rendido,
envejecer es
sumar juventudes, infancias,
deseos
cumplidos y sueños de atar; hablo de envejecer
hasta los
huesos, de intensidad, de contarse por besos
y no de
almanaques para adentro, de envejecer sin parar,
sin querer
ser mayor ni adulterar, sin rima; aquí la única que rima
es la muerte y
justamente envejecer es no estar de acuerdo
en su forma
de echarnos la suerte. Envejecer,
envejecer porque
es la única forma de vida
que existe, lo
otro es permanecer, envejecer es vivir
siendo lo que
se es, es no anclarse y seguir. Envejecer de verdad
es dejarse de
futuros y de pasados sin utilidad y sentarse
en el
presente a reírse del mundo, a romperse de espejos,
a dejarse de ombligos;
envejecer es haberse
salido de
todos los líos donde nos metimos alguna vez
para
disfrutarlos luego con otras consecuencias,
poder
repetir, variar, ir a más… Envejecer en este mundo
de
alargadores de tiempo que hacen culto a la prisa,
a las
posesiones, a las posiciones, a las mentiras ¡Fuera!
Envejecer es quitarse
de encima esos pesos,
esos dogmas, esos
roles, su culto al deseo interminable
ahora que por
fin ya se ha confirmado, por poner un ejemplo científico,
que se sabe
más de sexo por haberlo practicado que no por usar chasis
más guapos o nuevos:
el resultado es que también se mueven como maniquíes…
A envejecer pues,
si cada cicatriz es una aventura, si cada
sensación
es una
recompensa: placer acumulado o dolor vencido… A envejecer
sin guardar
la ropa, sin tener que dar la razón al cliente ni al jefe,
a envejecer inadvertidamente,
sí, para poder pintar en las paredes corazones
sin levantar
sospechas, envejecer así, como las orugas, dejando lo capullo,
como los Cristos
al tercer día: por sorpresa…porque luego, para luego
ir al centro
y salir con carteles a avisarlos a todos
(que se jodan) gritando:
«envejezco» ,
«soy libre», «ya puedo ser »; y tirarles las sobras,
ir quedándose
con lo bueno, irlas tirando, como quien da de comer
a las palomas
y no oye más que esa danza de plumas
y picos y
cosquillas en las palmas agrietadas de unas manos que lo han
tocado casi casi
todo, las más vivas de todas. “Esas son manos para
practicar la quiromancia,
las demás son fascículos teóricos” pensará la bruja.
griFOLL
13.09.14