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domingo, 13 de enero de 2013

NUNU





NUNU


El paso de lava por mi lengua te dio nombre, palabra de fuego danzante, néctar poseso, mezcla de todos los sentimientos hirviendo en la misma cabeza horneada con ajos, batida con crucifijos. Y a hostias hasta romper el cráneo que contiene la materia enemiga. La materia enemiga no tiene colores y es familia de la nuya. Lejana. Por eso la llamé Nunu, que también suena a pastoso, a cosa espantosa, pantanosa, pútrida y lodosa. (Que capacidad de envase tiene el cráneo. Al vacío, digo).
Y durante años, Nuno eso, Nunu lo otro, Nunu manda, Nunu se encarga, ya piensa Nunu, Nunu es perfecta.
Pero la nuya tiende a huir, sobretodo del ser humano, y Nunu hacía lo mismo: avanzar selva adentro, pasando por el inconsciente, yendo más y más allá; hasta el final pretendía ir si los señores de las batas blancas y azules y verdes y rojas no la hubieran despistado con tanta realidad. Eran los cazadores de Nunus.
Los cazadores de Nunus son unos señores que huelen a vinagre y a especias, generalmente desconocidas, no tienen pelo en la cabeza y acostumbran a celebrar la caza de cada presa con vino de setas, una elaboración antigua que se preparan ellos mismos a base de ciertos hongos psicoactivos. Después danzan toda la noche y al día siguiente no le temen a nada. Permanecen en estado de no-miedo durante unas treinta horas.
Pasado el tiempo, eso sí, necesitan otra buena pieza en su cesta para seguir con la fiesta, pues si no hay presa tienen prohibida cualquier celebración. Y todo es una bola de nieve si vuelven los temores. Y a los Nunus se les teme, no es para menos la deuda.
Una vez una infección de virus humanos les quemó el planeta con bombas atómicas y dinero menstrual.

Josep griFOLL
13.01.13.
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