Naranjo
No recuerdo
tu nacimiento. Tampoco tu muerte. Te recuerdo en el purgatorio. Por eso te amo,
te extraño, aunque no te necesito. Te recuerdo llorando, subiendo unas
escaleras y aplastando una gata con una bicicleta.
Mayagüez.
Hay un barrio construido con la lejanía macondial, pero en su paralelismo
histórico anacrónico más próximo, donde aún los residuos humanos añoran los
años muñocistas. Allí había una casa con rosas y espinas a sus alrededores,
cuatroniños y cuatro bicicletas. (¡Que llueva! ¡Que llueva la virgen de las
cuevas!) Alrededor de aquella casa, corrían sus bicicletas sin tocar espinas,
hasta que los augurios de la vieja gritaban: -me van a matar las rosas y se van
a enterrar las espinas. A la vuelta siguiente choque múltiple en dos ruedas a
la cuatro y ¡pum!: espinas enterradas en manos, en batatas, en muslos, en
nalgas. (¡Los pajaritos cantan las nubes se le-van-tan!) Espinas pequeñas
marrón verdoso, espinas que hacían llorar y gritar. Luego botella de alcoholado
en mano; espina que sale y alcoholado que corre, lágrimas que salen y risas al
fondo: -una pescosá por haber dañado las matas y no apearse a tiempo de allí.
Un día en
tierra y sin alcoholado estaban en un columpio, los niños. (El cielo nublado.)
Mese que mese, mese que mese y tiqui-tiqui-tiqui-tiqui. Columpio versión
corregida y editada en formato APPA por un herrero: cadenas mohosas gruesas,
residuos de maderas pintadas anclado con cemento a la arena del patio de la
casa. Mese que mese y ¡ay! mese que mese y ¡ay! ¡ay! ¡ay!. Espinas enteradas
más gruesas, más largas en las batatas y en las espaldas. ¡Ayyy! ¡Ayyyy! ¡ah!
¡ay! ¡Y que me canso de esto! Había un árbol de naranjas detrás del columpio y
un taller de herrería al lado. Resultado: sogas amarradas al árbol y hala que
hala, hala que hala y vamos que podemos y hala que hala, y ya mismo el sol cae.
Y no había adultos y hala que hala. Y las espinas que se entierran en las manos
y las manos sangraban y el sudor corría y la arena en sus pies y el columpio
mese que mese, solo muy solo ( y la virgen de la cuevas no quería que lloviera)
y el árbol que se afincaba a su arena. (Arena que fue separada de la costa para
repartir parcelas como reforma de pan, tierra y libertad. Porque el progreso
necesita individualización e industrialización y estos niños metaforizaban la
invasión). Cuatro niños: una líder, una co-lider, un llorón y un pequeño
arrancaron el naranjo de raíz para poder mese que mese, en el columpio. Sudados
y extasiados con las manos quemadas por la soga, con espinas, sin corona,
enterradas y el árbol derrumbado, desraizado, lo niños celebraban. Los adultos
poco a poco salían, sin poder regañar, ni decir nada, atónitos, porque aquellos
derrumbaron solos el obstáculo para el mece que mece. (Ahora metáfora de lucha
y la libertad.) La gata se revolcaba en la arena. Tú no lloraste ese día; había
sequía, la virgen estaba menstruando.